En la sociedad moderna, tenemos una serie de conocimientos idealizados por la información que recibimos. A partir de los mensajes que obtenemos a través de los Medios de Comunicación, construimos ciertos juicios de valor, incluso acerca de los mismos medios, de la información y de los periodistas. Tal es el caso de las críticas que surgen constantemente acerca de si tal o cual medio, o tal o cual periodista dijo, no dijo, exageró, tergiversó, o le dio un tratamiento sensacionalista y/o amarillista a una noticia.
Algunas de las críticas hacia los comunicadores sociales que uno suele escuchar de las personas que ven televisión, escuchan la radio o leen periódicos son: “ese periodista no es objetivo”, o “los periodistas deberían ser más objetivos, imparciales o equilibrados”. Esto se basa en un criterio universal que las mismas “industrias culturales” nos han inculcado a lo largo de la historia acerca del ejercicio del periodismo y sus obligaciones éticas y morales dentro de la sociedad.
Comienzo diciendo esto, porque a partir de ahora quiero comenzar a hablar de otro tipo de objetividad, la objetividad-subjetiva del periodista, que no es más que aquella que surge, naturalmente, de la innegable fusión que existe entre “lo subjetivo” del ser humano que ejerce la actividad periodística y “lo objetivo” del método y éste emplea para llevar a cabo dicha actividad. No obstante, debemos saber (o recordar), que un periodista es ante todo, un humano, y como todo ser humano es también un ser subjetivo, que se vale de su perspectiva, que es diferente a la de cualquier otro ser.
Algunas de las críticas hacia los comunicadores sociales que uno suele escuchar de las personas que ven televisión, escuchan la radio o leen periódicos son: “ese periodista no es objetivo”, o “los periodistas deberían ser más objetivos, imparciales o equilibrados”. Esto se basa en un criterio universal que las mismas “industrias culturales” nos han inculcado a lo largo de la historia acerca del ejercicio del periodismo y sus obligaciones éticas y morales dentro de la sociedad.
Comienzo diciendo esto, porque a partir de ahora quiero comenzar a hablar de otro tipo de objetividad, la objetividad-subjetiva del periodista, que no es más que aquella que surge, naturalmente, de la innegable fusión que existe entre “lo subjetivo” del ser humano que ejerce la actividad periodística y “lo objetivo” del método y éste emplea para llevar a cabo dicha actividad. No obstante, debemos saber (o recordar), que un periodista es ante todo, un humano, y como todo ser humano es también un ser subjetivo, que se vale de su perspectiva, que es diferente a la de cualquier otro ser.
Entonces, ¿Dónde está la objetividad periodística? ¿Con qué se come eso?. La objetividad periodística está en los métodos para recolectar la información noticiosa, en el compromiso del profesional de la comunicación con su labor social, en la identificación del periodista con los diferentes escenarios posibles de un hecho, en su entendimiento del poder de la información y la influencia de su trabajo en la vida diaria de las personas y en la intención de llegar a ser objetivo, aceptando incluso la utopía que esto representa. Al final lo objetivo (y no del todo) termina siendo la información en si. Es por esto que pienso que nunca un periodista ha sido objetivo, nunca lo será, y la razón es simple, somos seres subjetivos por naturaleza.
“Lo que yo vi, no fue lo mismo que viste tú, y acerca de lo que vimos los dos, tenemos opiniones opuestas”.
“Lo que yo vi, no fue lo mismo que viste tú, y acerca de lo que vimos los dos, tenemos opiniones opuestas”.